Atriz
Sean bienvenidos al fantástico mundo del teatro.
En el teatro, el conocimiento siempre fue transmitido de boca a oído, tejido por el hilo invisible de la imaginación y de la magia.
Es una invitación a una escucha no convencional.
La máscara representa la personalidad.
Es lo que presentamos al mundo y lo que, muchas veces, creemos ser.
La máscara del día a día, el “yo”, a menudo esconde verdades y sentimientos.
Pero la máscara neutra…
Es idéntica para todos.
Sin pasado ni futuro.
Ella no esconde, libera.
Suspende la individualidad para que podamos entrar juntos en la magia del teatro.
Hoy serán presentados a cinco mujeres, cinco máscaras y cinco elementos.
Y serán guiados por esta casa increíble por el MAESTRO DE CEREMONIAS, nuestro bailarín cósmico.
Cubran sus rostros, abran sus oídos.
Que todos tengan una experiencia maravillosa.
Hasta pronto.
ESPACIO DEL AIRE — HYPATIA
Hypatia
Sean todos muy bienvenidos al espacio del aire.
Me llamo Hypatia. Soy de Alejandría.
Alejandría es una ciudad al norte de Egipto.
Estamos a finales del siglo IV.
Alejandría era el centro mundial de la cultura, la ciencia y la filosofía.
Un lugar donde griegos, egipcios, romanos y judíos intercambiaban ideas pacíficamente.
Hablaban de astronomía, matemáticas, arte y religión.
En Alejandría estaba la biblioteca más grande y completa de todos los tiempos.
Allí nací y crecí entre números y astros.
Fui moldeada por las manos de mi padre, Teón, el filósofo.
Él no quiso para mí la servidumbre;
Él quiso mi libertad.
Y libre me hice.
Fui filósofa, maestra, matemática e intérprete de los cielos.
¡Lugares nunca antes ocupados por una mujer!
Consagré mi vida a la investigación y a la enseñanza.
Rechacé las ataduras del matrimonio, pues mi pacto verdadero era con el conocimiento.
La matemática y la astronomía fueron las pasiones que purificaron mi espíritu.
Alejandría era mi templo; y la biblioteca, mi altar.
Los pergaminos eran antorchas en mis manos,
y el conocimiento, un viento que incendiaba mi mente.
Observad las estrellas:
el movimiento de los astros no es capricho de los dioses,
sino el reflejo de un orden invisible,
una música silenciosa que debemos aprender a escuchar.
En la geometría, el círculo se abre en eternidad,
la elipse danza con las estrellas
y el lenguaje de los dioses se revela…
Pero una fe en ascenso, sostenida por dogmas,
extendió su sombra sobre Alejandría para extinguir el soplo de la razón.
Querían callarme.
Para defenderme empuñé la espada invisible de la Filosofía,
con la esperanza de liberar corazón y espíritu.
Pero la sed de poder oscurece la razón
y endurece el corazón hasta convertirlo en piedra.
Fui acusada de blasfemia.
Pero nunca negué lo divino — ¡al contrario!
Yo veía lo divino más allá de los altares, más allá de los dogmas.
Encontré a la Dama Amor.
Ella estaba en los números, en los cálculos, en la naturaleza, en las estrellas.
Pero es invisible para quienes están presos en las líneas duras de una razón que separa y domina.
Fui condenada.
¿Mi crimen? Ser entera.
Porque una mujer entera hiere a quienes viven por la mitad.
Y fueron piedras las armas que destrozaron mi cuerpo,
piedra tras piedra, dogma tras dogma.
Así intentaron borrarme de la historia.
Hoy regreso para dejarles un pedido:
Que la Dama Amor devuelva el corazón a la lógica
y la lógica al corazón.
Porque la vida no es división.
La vida es suma.
ESPACIO DEL FUEGO — JUANA DE ARCO
Juana de Arco
Aquí es Francia, en el año de Nuestro Señor de 1412.
Vivimos una guerra que ya dura casi 100 años.
Los campos devastados.
Las aldeas quemadas.
El pueblo hambriento.
Y el trono vacío.
Me llamo Juana.
Hija de esta tierra.
Casi sin letras…
pero sé escribir mi nombre.
Soy devota de Dios y amo profundamente esta tierra herida.
Nací mujer,
pero el Señor sopló en mí el espíritu de un guerrero.
Un día, voces vinieron del cielo:
San Miguel, Santa Catalina… y la Dama Amor.
Me llamaron por mi nombre y dijeron:
“¡Juana, libera a Francia! ¡Conduce al delfín al trono!”
¿Cómo podía una mujer salvar a Francia?
Era una locura… ¡una locura divina!
Pero las voces no cesaban.
Día y noche las escuchaba.
No eran sueños ni alucinaciones.
Eran tan reales como el día.
Una llama empezó a arder en mi vientre,
y una guerrera nació dentro de mí.
Me hice más fuerte que un león.
Y por amor a Dios, obedecí.
Tomé coraje, levanté la bandera y anuncié mi misión.
Los hombres sintieron la fuerza de mi verdad
y me siguieron por mi fe y mi pasión.
¡Vamos, hombres, en nombre de Dios!
Lideré batallas.
Ganamos terreno.
En Orleans, vencimos.
Coroné al delfín.
Él se volvió rey.
Pero el poder no perdona a una mujer que incendia el orden del mundo.
Fui presa, torturada, acusada de herejía, de brujería.
Mi crimen: vestir ropas masculinas y liderar hombres…
y osar estar delante de Dios.
El fuego subió, hambriento.
Por fuera quemaba mi carne;
por dentro ardía la llama eterna.
Clamé por la Dama Amor.
Ella me elevó por encima del dolor.
Mi cuerpo se volvió cenizas,
pero mi fuego no se apagó.
Vive en cada mujer,
en cada persona que osa ser entera.
ESPACIO DEL AGUA — MARÍA MAGDALENA
María Magdalena
Me llaman María Magdalena… pero pueden llamarme María.
Nací en una ciudad llamada Magdala.
Magdala era cosmopolita, próspera,
pero dominada por romanos.
Yo pertenecía a una tribu de mujeres libres.
De mis ancestras heredé el secreto de las plantas y de las mareas.
Nuestro evangelio era la naturaleza.
En ella aprendíamos que el cuerpo es templo y la luna es madre.
Danzábamos a la tierra, cantábamos a las aguas.
La alegría era nuestra comunión con lo Eterno.
Pero nuestro saber y nuestro placer fueron prohibidos
por hombres que pasaron a gobernar el mundo.
No nos dieron flores,
nos dieron cadenas —
no de hierro, sino de vidrio:
pulidas, invisibles.
Obligadas a obedecer,
a negar placeres,
a tragar ilusiones
creadas por mentes enfermas
que desconocían el saber verdadero.
Un día conocí a un profeta que reflejaba la verdad y la libertad de mi alma.
Una voz sin rostro me envolvió.
No pedía nada; solo me devolvía.
Mi cuerpo se abrió como el mar.
El vacío se volvió presencia.
La duda, espuma.
El maestro me dijo:
“Quien se hace mar no conoce orillas.”
Me enseñó a oír con la escucha de dentro.
Y escuché que no existe pecado en sí.
El pecado nace cuando negamos nuestra verdad.
En el silencio encontré a la Dama Amor.
Ella me llevó al templo secreto,
la morada de Sophia,
la sabiduría eterna.
Nuestro error es olvidar
que somos las creadoras de la vida.
Somos libres.
Somos Diosas.
Pero el mundo siempre fue cruel con las mujeres sabias.
En la boca de los poderosos, mi nombre se volvió ofensa.
En el espejo, me volví sombra.
Intentaron borrarme de la historia.
Que me llamen pecadora,
que arrojen piedras,
que levanten hogueras…
¿Qué fuego puede herir al agua?
¿Qué piedra puede quebrar el mar?
Como el agua, siempre regreso:
a veces corriente,
a veces mar profundo.
Cuando las mujeres se reúnen para celebrar la vida,
yo me hago presente.
El agua sube al cielo,
cae en lluvia
y vuelve en río.
Y yo seré, para siempre…
Océano.
Transición — Voz en off
Voz en off
Dicen que la historia la escriben los vencedores.
Pero ¿cómo puede haber vencedores si la gran batalla apenas comienza?
Para esta guerra, lo Eterno envió a sus mejores guerreras.
Solo que esta vez, la lucha no será de espadas
ni de reinos contra reinos.
Será la humanidad entera del mismo lado.
La batalla es contra el miedo que nos separa
y por la memoria del amor que nos une.
Las armas del mundo son frágiles.
Las únicas armas útiles serán
el amor,
la unión
y la compasión.
La verdad no se escribe en piedra —
se graba en el corazón.
El Agua anuncia que ha llegado la hora.
ESPACIO DEL ÉTER — HELENA BLAVATSKY
Helena Blavatsky
Entre lo visible y lo invisible hay solo el velo del miedo.
Al rasgar ese velo, entramos en el Éter,
el campo de la unidad.
Allí donde lo visible e invisible se tocan,
el pensamiento se hace verbo
y el verbo se hace luz.
El verdadero conocimiento no se adquiere.
Se recuerda.
La verdad es invisible a los ojos
que no han aprendido a ver con el alma.
No intenten comprender con la mente
lo que pertenece al silencio.
Cuando no había iglesias,
ni credos ni sectas,
cada ser era sacerdote de sí mismo.
La sabiduría antigua es la herencia espiritual de la humanidad.
No pertenece a nación ni credo alguno,
sino al corazón despierto.
La vida es una corriente que fluye entre dos silencios:
el del nacimiento
y el de la eternidad.
El tiempo es una ilusión
producida por la sucesión de nuestros estados de conciencia.
No teman que haya perdido la razón.
Alguien entra en mí y escribe por mí.
No soy yo quien escribe;
es algo dentro.
Es mi Yo-Éter,
que piensa y escribe.
No puedo explicarlo.
Solo sé que me convertí en depósito del conocimiento
de otras voces.
Ellas vienen como nube,
me envuelven
y, de pronto, soy otra.
Natanael, ¿me traes mi té?
Me llamo Helena Blavatsky,
nací en 1831
en las tierras frías que hoy son Ucrania.
Desde niña oía las voces del mundo interior.
Sabía que debía partir en busca del saber verdadero.
A los dieciocho,
obligada a casarme,
huí antes de consumarse el matrimonio.
Atravesé desiertos,
subí montañas que hablan con las nubes,
hasta llegar al Tíbet.
Allí los maestros me enseñaron sobre el mundo
que existe más allá de las palabras.
¿Les gustaría una breve experiencia?
Cierren los ojos.
Observen la respiración.
Dejen pasar los pensamientos como nubes.
Ahora, cuando los pulmones estén vacíos,
hagan una breve pausa.
Muy bien.
Lo que acabamos de hacer es meditación.
Ese pequeño espacio entre respiraciones
es la llave del mundo interior:
la voz del silencio.
Los maestros me enseñaron las tres salas del alma:
La primera sala: la Ignorancia.
Donde la alma duerme en los velos de la ilusión.
Muchos nacen, crecen y mueren sin percibir lo Real.
La segunda sala: el Aprendizaje.
El discípulo debe purificarse
y elegir entre egoísmo y compasión.
Las flores del ego guardan serpientes con venenos:
orgullo, vanidad, egoísmo.
Solo quien pasa sin tocarlas
encuentra el camino a la tercera sala.
La tercera sala: la Sabiduría Eterna.
La morada de la Dama Amor.
Allí, el conocimiento deja de ser posesión
y se vuelve esencia.
Separarse de la humanidad sufriente
es separarse de la luz.
La verdadera sabiduría
es corona de lágrimas transformadas en perlas.
No creo que hayamos venido al mundo
solo para existir, procrear o acumular.
El destino del alma es irradiar.
Ser humano es el primero y el último de los aprendizajes.
Elegí la compasión activa.
La alegría de uno solo
es poca música para tanto universo.
Los maestros del mundo de allá
dejaron un mensaje al mundo de acá:
“Guardad la Unión.”
El humo dado al viento no queda sin rastro.
Así también el Amor.
Invisible, pero eterno.
ESPACIO DE LA TIERRA — DAMA AMOR
Dama Amor
Soy la que observa por detrás de la máscara,
la testigo invisible.
Soy quien rasga el velo
y destruye ilusionesl
para liberar el alma.
Estuve en Hypatia,
cuando el pensamiento osó respirar;
en Juana,
cuando el fuego no apagó la llama;
en María,
cuando el océano disolvió la duda;
en Helena,
cuando el humo dibujó el silencio en el aire.
Soy el secreto de los secretos,
el templo oculto en el corazón,
la iglesia invisible y libre.
Soy más fuerte que la muerte,
porque mientras ella toma el cuerpo,
yo abrazo el alma
y la lanzo en brazos de lo Eterno.
La alma que me conoce
no teme infierno
ni desea paraíso:
vive el ahora absoluto.
Nadie me conquista por esfuerzo,
sino por entrega.
Quien me sigue
no necesita maestros.
La alma que me acoge
no busca caminos:
ya llegó,
ya es.
Soy la disolución que es plenitud.
Soy la Dama Amor,
sin comienzo ni fin.
Es nuestra responsabilidad
encarnar la esencia de la divinidad en nosotros.
El Amor es el suelo fértil de todos los mundos.
Es hora de volver al templo i
no al de las leyes ni al de los dioses,
sino al templo de la humanidad:
el corazón.
Honrad las verdades con la práctica;
lo demás es máscara.
Lo que sostuve ahora les pertenece.
La vida es entrega.